(Irrumpe en escena una mujer con aire furtivo. Disimula su rostro con la solapa elevada del embozo de su gabardina)
ELLA:
Hola.
Bon día.
Bos días.
Kaixo.
Perdonen que venga de incógnito.
Pero es que hay más de
uno y más de dos que quieren borrarme del mapa.
Así.
Como lo oyen.
Literalmente.
(Escruta los extremos del escenario. Al fin se relaja. Se desprende de las prendas de abrigo)
Me alegro de volver a verles.
(Extrañada por la reacción del público) ¿No me recuerdan?
¡Cómo que no!
Mirarme bien.
Mi contorno.
Mis ojos.
Mis rasgos.
Mi relieve.
Soy yo…
¡¡¡ ESPAÑA!!!
(Silencio denso)
¡A qué vienen esas caras!
(Nuevo silencio)
¡Soy yo! ¡Lo juro!
(Sumamente extrañada por la reacción del público) Seguro que les sueno, no sé, de su pasaporte.
O del deneí mismamente sin ir más lejos.
Hasta puede que nos hayamos dado un piquito en la boca, lo
digo por los señores más mayores, los que hicieron la mili y tal…
(Coqueta) Ya sabéis…
Aquel momento de exteriorización del amor a la patria a través
de un beso a la bandera.
Mirad, llevo la ropa interior, rojigualda. ¿Os acordáis?
(Suspirando)
Aaay. Qué momentazos. Qué morreitos cuarteleros. Cuantos hombres para mi sola. Tan firmes, tan marciales.
(Ríe, irónica.
Disfrutando, narcisista, de su caudaloso desparpajo)
Pero no. No me miren
así.
No se asusten.
No he venido aquí para reclutarles, ni nada parecido.
La verdad es que antes, cuando España llamaba a tu puerta,
era para mandarte a la guerra o algo así.
(Grave, ahora) La de millones de pobres criaturas que han
muerto por defenderme.
¡España está en peligro!, decían.
Y la verdad es que lo que estaba en peligro, eran los intereses de los mandamases de turno
o de los iluminados patriotas que me invocaban en plan reclamo propagandístico.
Porque yo me he sentido muy utilizada, durante mucho
tiempo.
(...)
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