Escena 11.
Roseta: Oye, Cristalina.
Cristalina: ¿Qué, Roseta?
Roseta: ¿Es verdad que a tu novio se le movía el
diente éste y se ha ido al hospital y se
ha muerto?
Cristalina: Ay, sí, hija. Mi pobre Aurelio se ha muerto. No me lo recuerdes.
Roseta: ¿Por qué?
Cristalina: Porque me pongo muy triste.
Roseta: Ah vale.
Cristalina: Aayy.
Roseta: No somos nadie.
Cristalina: No, ninguno.
Roseta: Sí.
Cristalina: Aayy.
Roseta: ¿Y por qué se habrá muerto? En fin, él sabrá, el Aurelio era muy suyo para
sus cosas. ¿Y cómo se ha muerto?
Estirando la pata, ¿no?
Claro. Es lo normal. ¿Y de qué se ha muerto? Ah, de dejar de vivir, lo más seguro. ¿Y se
habrá muerto mucho? Bastante, me figuro,
a él no le gustaba dejar las cosas a medias.
¿Y cuándo se ha muerto? Cuando
estaba vivo, habrá sido. Porque sino es
mucho más difícil.
Cristalina: (Silencio)
Roseta: Qué cosa es la muerte, ¿eh?
Cristalina: Sí, hija mía, lo que pasa es que no me
apetece hablar mucho de ese tema.
Roseta: Ni a mí.
Cristalina: Ya me he dado cuenta.
Roseta: Es normal en tu situación que no te
apetezca hablar.
Cristalina: Sí, ¿verdad?
Roseta: Porque es una cosa muy fea morirse, me han
dicho. Te salen gusanos y cosas, creo.
Cristalina: Y dale.
Roseta: Oye, al Aurelio ¿le han salido ya gusanos?
Cristalina: No lo sé, guapa, ve y se lo preguntas.
Roseta: No puedo, ahora, tengo que cocinar la
ensaladilla.
Cristalina: (Silencio)
Roseta: Oye ¿y se ha muerto normal o tiene
cadáver y todo?
Cristalina: Pues...
Roseta: Es que tener cadáver viste mucho, te da
mucha categoría. Es mucho mejor que
morirse y punto.
Cristalina: Aay.
Roseta: ¿Y estará paliducho, no? A mí los novios paliduchos no me gustan. Pero claro, si estás muerto, te tienes que
aguantar. ¿No es verdad?
Cristalina: Sí hija, sí.
Roseta: Y además como tenga esqueleto se le va a
ver ya mismo. Tu Aurelio tendrá
esqueleto, ¿verdad?, porque él ha estudiado mucho de joven, y está muy bien
preparado.
Cristalina: Oye...
Roseta: ¿Y cuándo lo entierran?, cuando tengan un
hueco libre, será. ¿Y cómo lo entierran?
Tumbado y boca arriba, espero, porque es como mejor se descansa. ¿Y lo
enterrarán mucho? Digo yo que sí, ya que
se ponen, lo enterrarán bien hondo, aunque las tumbas de ahora ya se sabe, son
de papel, te enteras de las conversaciones de los de al lado y no tienes
intimidad ninguna.
Cristalina: Por favor, Roseta, no me apetece hablar
nada de este tema, de verdad.
Roseta: ¿Ah, del entierro tampoco se puede hablar?
Cristalina: Si te lo he dicho antes.
Roseta: Me has dicho que no querías hablar de la
muerte, pero el entierro es una cosa y la muerte otra muy diferente.
Cristalina: Tampoco me gusta hablar del entierro.
Roseta: Hija mía, a ti no te gusta hablar de nada.
Cristalina: Sí me gusta hablar, pero de otras cosas.
Roseta: ¿Como qué?
Cristalina: Pues no sé... ¿del tiempo?
Roseta: Ah, pues hace un día muy bonito para tener
que morirse uno.
Cristalina: Si no te importa, podemos hablar mejor...
¿de música?
Roseta: ¿De marchas fúnebres?
Cristalina: No.
De ropa bonita.
Roseta: ¿Sudarios y esas cosas?
Cristalina: De florecillas silvestres.
Roseta: Y coronas de muertos...
Cristalina: No.
Mejor... de vacaciones.
Roseta: Para el último viaje...
Cristalina: O mejor no hablamos de nada.
Roseta: Sí, buena idea.
Cristalina: ¿Sí?
Roseta: Nos estaremos calladas, sin decir ni
una palabra ninguna...
Cristalina: Menos mal, hija, porque jolines, qué
macabra...
Roseta: ...Durante cinco minutos de silencio, por
todos los muertos y muertas del mundo...
Cristalina: Ay, qué malita estoy.
Roseta: ¿Estás malita?
Cristalina: Sí, me tengo que ir porque me estoy
poniendo muy malita del todo.
Roseta: Adiós guapa, y oye si te pones muy malita,
muy malita del todo, del todo, del final del todo, Cristalina, porfi, porfi,
porfi, avísame si te mueres tú también con cadáver y demás.
Escena 12.
Cacerolo: Oye, Juani.
Juani: ¿Qué, Cacerolo?
Cacerolo: ¿Sabes lo que le ha pasado a mi mejor amigo
el Aurelio?
Juani: No. ¿El qué?
Cacerolo: Que ha ido y se ha muerto.
Juani: No me digas eso.
Cacerolo: Te lo juro por tugal.
Juani: ¿Y cuándo ha sido eso?
Cacerolo: Hace un ratito.
Juani: Pero, ¿dónde?
Cacerolo: En todo el cuerpo, creo.
Juani: No me lo puedo creer.
Cacerolo: Que sí tonta, que se ha muerto del todo.
Juani: ¿Pero, por qué?
Cacerolo: Porque lo ha dicho el médico.
Juani: Ya, pero, ¿cómo ha sido?
Cacerolo: Pues mira, yo le he preguntado, y el médico
me ha contestado.
Juani: Sí, pero, ¿cómo ha sido lo del pobre
Aurelio?
Cacerolo: Ah.
Pues, eso muy bien. Se ha muerto
con mucha naturalidad, y con mucha soltura, y eso que no tenía experiencia,
creo.
Juani: Jolines, me están dando ganas de llorar.
Cacerolo: ¿Pero, por qué?
Juani: Por el pobre Aurelio.
Cacerolo: Si ya te he dicho que se ha muerto muy
bien.
Juani: Pero el pobre, a lo mejor no tenía ganas de
morirse.
Cacerolo: Ni yo tengo ganas de tener que ir, ahora, a
un entierro. Pero las obligaciones de
cada uno son las obligaciones de cada uno.
Juani: Pero se ha muerto muy pronto.
Cacerolo: No te creas. Que son ya casi las once de la noche.
Juani: No somos nadie.
Cacerolo: ¿Qué?
Juani: Que te acompaño en el sentimiento.
Cacerolo: No, si yo tengo ahí la bicicleta.
Juani: Pobre Cacerolo, vosotros erais uña y carne,
¿qué va a ser de ti, ahora?
Cacerolo: Nada, si yo me he quedado vivo.
Juani: Pero tu vida no va a ser igual, sin el
pobre Aurelio.
Cacerolo: ¿Ah no? ¿Tengo que hacer cosas nuevas?
Juani: Pues claro, tendrás que rehacer tu vida.
Cacerolo: No jorobes. ¿Entonces lo que llevaba
vivido, ya no me sirve?
Juani: Cuando se te muere alguien tan importante
como el mejor amigo de uno, se tiene que empezar de cero.
Cacerolo: Qué fastidio más grande, y yo que llevaba
ya hechas: la comunión, el bautismo, la mili y un montonazo más de cosas.
Juani: Ahora tendrás que buscar un mejor amigo
nuevo.
Cacerolo: Es que Aurelio ya no me sirve de mejor
amigo.
Juani: El pobre, ya, no puede.
Cacerolo: Pero si yo soy muy poco exigente.
Juani: Pero él, ahora, está con el Señor.
Cacerolo: No, si yo celoso, tampoco soy mucho.
Juani: No lo entiendes. Él ahora estará en el cielo, y tú necesitarás
a alguien que sepa estar vivo.
Cacerolo: ¿Tú sabes estar viva?
Juani: Hombre, por ahora me voy defendiendo.
Cacerolo: Pues Aurelio también sabía, lo que pasa es
que, a lo mejor, se le habrá olvidado.
Juani: Pobrecito.
Cacerolo: ¿Y si, ahora, él se acuerda otra vez, de
cómo se hace para vivir?
Juani: ¿Cómo se va a acordar, ahora?
Cacerolo: Pues no sé, yo se lo puedo chivar o algo.
Juani: No te dejan, creo.
Cacerolo: ¿Quién?
Juani: Dios y los enterradores, creo. Cuando se ha muerto alguien ya no te puedes
salir de la muerte.
Cacerolo: Pero, hombre, no hay que ser tan agonías.
Juani: Es que lo de morirte es de las cosas más
peligrosas que te pueden pasar para el resto de tu vida.
Cacerolo: Hombre, pero si a lo mejor te has olvidado
de cómo se hace para estar vivo, pero ha sido sin querer, te pueden dar otra
oportunidad.
Juani: A mí me parece que no.
Cacerolo: Pues esto de la muerte es un timo. Y no sirve para nada.
Juani: Sí sirve.
Cacerolo: ¿Para qué?
Juani: Pues para que nazca gente nueva.
Cacerolo: Ah pero cuando te mueres, ¿tienes un hijo?
Juani: No, pero si no se muriese la gente, no
cabríamos todos en el planeta.
Cacerolo: Pues se puede hacer otro.
Juani: ¿Otro qué?
Cacerolo: Otro planeta nuevo, anda que no hay
ladrillos en el mundo y cemento, y solares vacíos y gente en el paro, se pueden
hacer planetas nuevos, para que vivan los muertos.
Juani: ¿Cómo vas a hacer un planeta para los muertos
con ladrillos y con cemento?
Cacerolo: ¿Ah no?
Juani: No se puede.
Cacerolo: ¿Por qué?
Juani: Porque es muy caro, y los muertos son
pobres.
Cacerolo: Pero si yo digo un planeta barato, sin
ascensor, ni calefacción ni nada.
Juani: Aun así, un planeta cuesta un riñón.
Cacerolo: Aunque sea un planeta chico y de segunda
mano.
Juani: Ni por esas.
Cacerolo: ¿Y un planeta de alquiler?
Juani: Hombre, así, a lo mejor. Lo malo es que todos los planetas son de
Dios.
Cacerolo: ¿Y qué pasa?
Juani: Que no va a querer, el hombre, alquilarte
un planeta para que vivan los muertos.
Cacerolo: Pero si le doy veinte eurillos que tenía
ahorrados para comprarme unas sandalias...
Juani: No creo que quiera.
Cacerolo: Y le doy además todas mis canicas.
Juani: ¿Serías capaz?
Cacerolo: Sí, porque a Aurelio lo quiero mucho.
Juani: ¿Tanto que hasta le darías a Dios tu dinero
y tus canicas?
Cacerolo: Y mis estampas y mis muñecos.
Juani: Qué suerte tiene.
Cacerolo: ¿Quién?
Juani: Aurelio.
Cacerolo: ¿Suerte de qué?
Juani: De que hay alguien en el mundo tan bueno
como tú, que eres capaz de darlo todo por él.
Cacerolo: ¿Yo?
Juani: ¿Has oído eso, Dios?
Cacerolo: ¿Dios?
Juani: El bueno de Cacerolo, para recuperar el
cariño de su pobre amigo muerto, Aurelio, está dispuesto a darte: veinte euros,
sus canicas, sus estampas, sus muñecos y
todos los demás juguetes de su casa.
Cacerolo: Eh, un momento, Dios, que yo no he dicho
nada ni del patin, ni del tirachinas, ni tampoco te doy el tren eléctrico.
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